En un salón de clases es fácil encontrar niños a los que las docentes califican como latosos, traviesos, inquietos, necios y desobedientes, mucho de esto se debe a la forma en la que de manera tradicional se considera que el alumno debe aprender. En primera debe permanecer quieto, callado y mirando al pizarrón viendo cómo la docente hace cosas en el pizarrón para que el alumno aprenda.
Ante este escenario se puede deducir que el docente poco o nada sabe sobre el desarrollo del niño, sobre todo de los 0 a los 12 años de edad, cuando algunas de las características son la curiosidad, la necesidad de movimiento y la de interactuar con los demás.
Cuando un niño no se mantiene quieto, callado y sentado, entonces es etiquetado como latoso, cuando no está en su naturaleza seguir estas reglas, muchos las siguen por miedo a los castigos, y para la docente es más fácil el sometimiento que el verdadero trabajo por el aprendizaje de los niños.
No es mi intención molestar, soy hiperactivo
Los niños tienen intereses comunes, pero también diferentes y en diferentes momentos, atender esto se vuelve complicado, pero no imposible en un salón de clases.
Aunado a esto se encuentran los niños que por una condición especial tienen mayor dificultad para permanecer quietos o interesados en lo que la docente decide, no es una intención, una voluntad del niño moverse o distraerse, como es el caso de los niños hiperactivos; ellos requieren movimiento constante, su atención es dispersa, pero no por eso son menos inteligentes, al contrario, pueden ser más inteligentes, pero necesitan otras formas de aprendizaje.
Nuevamente la docente no cuenta con la preparación para trabajar con este tipo de niños e insiste en que se sometan, y fácilmente los etiqueta como latosos. Es importante que los padres de familia puedan dar a conocer a la docente el diagnóstico, y una docente comprometida con su profesión diseñará las estrategias para el aprendizaje que se adapten a él.
