La realidad que viven muchos niños y jóvenes en sus familias es difícil, el nivel de violencia intrafamiliar invade muchos hogares, en ocasiones no solo es violencia física sino maltrato psicológico y emocional, y estos al no ser tan visibles pareciera que no afectan, pero son tan o más dañinos que el físico, y unos pueden llevar a otros.

Con toda esta carga emocional los niños se enfrentan a nuevos ambientes como son los escolares, en donde conviven con otros niños con algún tipo de violencia familiar, por lo que sus formas de relacionarse con otros están dañadas, distorsionadas, y entonces surgen los roles del abusivo y el abusado.

Y entonces tanto al que maltratan como el maltratador son víctimas, que requieren apoyo, ayuda del ambiente escolar y en casos extremos de un profesional para restaurar o crear un bienestar emocional.

Me siento solo y no tengo amigos

El niño que abusa de otro también tiene dolor dentro, también sufre de violencia en otros ambientes y su forma inadecuada de relacionarse es maltratar a otros, repite lo que vive, pero al ser víctima en un ambiente busca una víctima en otro.

La violencia no se combate con violencia, el niño que pega, que molesta, que se burla, que no obedece, que está enojado con todo y todos requiere ayuda, necesita aprender formas de relacionarse con los demás de manera sana, necesita quererse, aceptarse, darse cuenta de que no es culpable del maltrato que sufre.

Y por otro lado el niño que lo permite, que se vuelve el blanco de los ataques, requiere también trabajar con su autoestima, es un niño disminuido, devaluado, que requiere ayuda.

En las escuelas se debería de trabajar como una materia importante el bienestar emocional y las relaciones interpersonales desde temprana edad, pero desde la convicción de la vocación de la docente, no como un requisito administrativo, sino como un bien para la sociedad del que todos seremos beneficiados.