Ganar y perder en un juego es lo normal, pero por alguna razón los padres de familia consideran que es mejor, más conveniente para la autoestima del hijo dejarlo ganar siempre que jueguen, y esto es más común cuando la edad del hijo es menor de los 7 u 8 años.
Este supuesto no tiene ningún sentido por varias razones, entre ellas porque la realidad es que cuando el hijo juegue con otros algunas veces ganará y otras veces perderá, dependerá de su habilidad en el juego, sea un juego que impliquen destrezas mentales o destrezas físicas, cualquiera de estas dos se va cultivando y con el tiempo y el esfuerzo.
Cuando los niños adquieren la conciencia del esfuerzo, desde que gatea y quiere alcanzar un objeto o llegar a algún lugar, empieza a identificar el significado de esforzarse y cuando logra también empieza a identificar la satisfacción de lo logrado o alcanzado.
¿Sí llora mi hijo lo tengo que dejar ganar?
Por lo que suponer que dejarlo ganar va a generar en él una estima más elevada, es mentira, él sabe y se da cuenta que no merecía ganar, aunque todavía no logre verbalizarlo de esta manera, de alguna manera se genera en él un grado de desconfianza hacia los padres y un sentido de minusvalía. Es un pensamiento como, no soy capaz de ganar por esos me dejan ganar.
Además, el perder en un juego tiene sus enseñanzas y sus aprendizajes, como tolerancia a la frustración, esforzarse más para que la próxima vez si gane, y si no vuelve a ganar, esforzarse aún más para lograr la meta de ganar.
Otro aspecto importante es que los niños vayan aprendiendo a través del juego que lo más importante no es ganar o perder sino el trayecto del juego, el tiempo que se convive con los padres o amigos.
Seguramente existen muchos recuerdos de horas y horas jugando con los hermanos, con los padres o con los amigos, con risas y diversión, pero poco hay de la estadística de quién ganó y quién perdió.